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jueves, 8 de junio de 2017

Con el corazón a ambos lados del Océano

El teléfono suena, pero no a la hora habitual, es mi mamá... el corazón me salta fuera del pecho, algo no está bien, de lo contrario no estaría sonando. Si vienes de un país como el mío donde los terremotos, las erupciones volcánicas o las crisis políticas son parte del día a día, la llamada puede tener muchas razones... siento miedo. 

Una extraña sensación de desasosiego se apodera de mí antes de contestar. Es un instante pequeñísimo de pánico, el miedo a saber algo  pero no poder actuar en consecuencia, eso es  lo que me oprime el corazón por una fracción de segundo. La voz de mi mamá al otro lado de la línea suena preocupada, pero trata a la vez de no alarmarme.
No, no fueron buenas noticias.
No, no puedo estar ahí cuando más me necesitan, y esa sensación me llena de culpa, de pena.

Cuando decides dejar tu país, empacas todo lo que necesitas en la maleta, pero inevitablemente en ella se cuelan cosas que a veces no nos gustan, ni nos sirven tanto, la peor es el miedo. El miedo a lo que te enfrentarás en el país de acogida, el miedo a lo desconocido: Un nuevo idioma, otras costumbres, otra forma de ver y enfrentar la vida.  Ese miedo que es natural, esta acompañado de otro que en mi caso, incluso pesa más, el miedo a perder aquello que conoces y amas, a perder aquello que te define, aquello que te dio la forma que hoy tienes.

Si eres un expatriado sabrás que ese referente de identidad es como un ancla a la que te aferras cuando las cosas nuevas te sobrepasan, tu familia, tus amigos de toda la vida, tus sabores, las cosas que solo tú entiendes cuando las lees o las escuchas, esas cosas que te hacen ser tú y que por supuesto temes perder. Esa sensación de pertenecer a algo es lo que te ayuda a navegar por aguas desconocidas.

¿Cómo vivir entre dos mundos? es una pregunta que nos hacemos a menudo, hay quien rompe con el país de origen y se siente obligado a encajar en el de acogida, y hay también aquellos que no lo dejan ir, se aferran  a su tierra y no pueden adaptarse a la nueva situación.  Es difícil conciliar aunque conciliar este de moda.  

Vivir en otro país o en otros países, es una oportunidad única en la vida pero es intimidante y atemorizante en igual medida.  Redefine por completo el significado de tu círculo intimo, el significado de hogar. Dicen y dicen bien  que el hogar es donde está tu corazón, yo tengo el mío a ambos lados del Océano, mi hogar no es físico, no es un lugar determinado, mi hogar son las personas a las que amo, las relaciones que mantengo con ellas, sin importar si nos separan horas de avión o barreras de lenguaje.

Cuando te mudas de cada lugar, te mudas con todos los que amas en el pecho. Vas dejando pedacitos de tu corazón en varias partes, hasta que sientes que lo tienes repartido, en distintos continentes y zonas horarias. Cuando te mudas aceptas que nunca más serás la misma persona, ni volverás a definir la palabra hogar en la misma forma. 

Una parte de mi corazón esta en mi país siempre, con los míos y aunque físicamente no estoy , ese pedazo que deje ahí cuando me fui, late al unísono con ellos. Mi amor cruza el océano, mis oraciones cubren ambos mundos. El alma no tiene fronteras y puede estar a ambos lados del Océano.

Hasta el próximo post!










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