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martes, 18 de abril de 2017

El Hilo rojo

En mi país decimos que abril aguas mil. Aquí en Alemania abril es como un pequeño caprichoso que termina haciendo lo que quiere, pasa del sol a la lluvia como un niño de la risa al llanto.

Hoy, el regreso a la realidad después de las vacaciones de Pascua ha sido duro y frío, la primavera ha decidido esconderse esta semana. Camino por entre las góndolas del supermercado, después de varios días fuera de casa, necesito hacerlo. Sin darme cuenta me descubro tratando de encontrar una cara familiar, a pesar de los años que llevo fuera de mi ciudad todavía me sorprendo a mí misma haciendo lo mismo que hacía allí, me gusta observar a las personas, me maravillo pensando que por mucho que mire no encuentro ninguna igual, algunas me sonríen y otras miran esquivas hacia otro lugar.

De repente dos mujeres de unos sesenta años se miran y, tras pensar por una fracción de segundo, se acercan la una a la otra, una de ellas se abre ofreciendo un abrazo y la otra un poco menos efusiva al principio, acepta el gesto y termina por corresponder, tras unos breves segundos de contacto se miran, se reconocen y sonríen de oreja a oreja. Una fluida conversación que no entiendo, pero intuyo, sustituye la sorpresa de los primeros segundos. Las mujeres se sostienen por los hombros, se han vuelto a encontrar.
¿Han escuchado sobre la leyenda del hilo rojo? Después de ver la escena de las mujeres en el supermercado me he quedado pensando en ella. Es un mito presente en las culturas asiáticas que dice que hay un hilo rojo invisible que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o tensar, pero nunca se romperá. Según la leyenda, el abuelo de la Luna, cada noche sale a conocer a los recién nacidos y a atarles un hilo rojo a su dedo, un hilo que decidirá su futuro y que guiará a estas almas para que no se pierdan.
El de hoy, me recuerda mis propios encuentros, esos que de tanto esperarlos han dejado de ser deseos y se han convertido en proyectos.  Yo, prefiero pensar que puedo manejar mis propios hilos, sean del color que sean, pienso que el destino baraja las cartas, pero somos nosotros los que decidimos como jugarlas.

Creo que los hilos finalmente se rompen si no trabajas en mantenerlos íntegros, que la distancia física o emocional y las circunstancias sí que los tensan a menos que te ocupes de juntar los extremos día a día. Estoy convencida de que las relaciones sean de la naturaleza que sean necesitan mucho trabajo, esfuerzo y compromiso diario si se quieren mantener en el tiempo y que esa permanencia no es fruto del azar, sino más bien un ejercicio consciente de voluntad.
Me gusta pensar que muchos hilos me unen a la gente que amo, me los imagino de muchos colores y los veo entrelazados, formando un tejido que me sostiene, que me abriga. Me gustan mis hilos y aunque a veces se tensen un poco quiero pensar que soy capaz de mantenerlos enteros para que cuando me encuentre a los que los sostienen por el otro extremo, sea capaz de abrirme en un abrazo y de reconocerme en sus ojos.
¡Es increíble en todo lo que se puede pensar mientras se camina por el supermercado!
¡Hasta el próximo post!

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