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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Cuando la policía toca a tu puerta


Tengo 46 años y mis encuentros con los uniformados han sido pocos, hace muchos años un policía de tránsito me paró por pisar un paso cebra y ese es realmente el único que recuerdo.
Mi imagen de los alemanes con uniforme me lleva a las películas de Hollywood esas, donde realmente no salen muy bien parados y si quieren que les sea honesta  y probablemente como producto de esa imagen, cuando los veo en sus autos azul y gris se me enchina un poco la piel.


Era lunes, yo había regresado a casa tras dejar a los chicos en la escuela y tenía muchas cosas que hacer. Me disponía a comenzar mi semana, cuando vi un auto de policía parquearse justo en frente de mi casa. Algo debe haber pasado cerca de aquí, pensé un poco inquieta. Pocos segundos después, del auto, una furgoneta Mercedes Benz, se bajaron dos policías alemanes perfectamente uniformados. 

Yo, un poco sorprendida por la presencia policial,  observaba desde la ventana del estudio con curiosidad preguntándome a donde irían. Entonces, noté que con paso seguro y sin rastro de duda, ambos se dirigían directamente a ¡mi puerta!

Escuche el timbre sonar con oídos incrédulos, y mientras sonaba,  hice un repaso rápido a todo lo que pude haber hecho mal desde el momento en que pisé suelo alemán. Tal vez irrespete una señal de tránsito, pero bueno, eso merecería una multa y no una visita de la policía ¡Estaré reciclando incorrectamente y la policía del plástico va a darme un escarmiento! no, tampoco era probable, especialmente porque  les juro que sigo el manual al pie de la letra. No somos ruidosos, los vecinos nos quieren, no tenemos mascota… En cinco segundos y antes de abrir la puerta, había barajado todas las opciones y todas apuntaban a lo mismo: ¡Soy inocente!
Se imaginarán mi cara cuando abrí la puerta y el policía empezó a hablar en alemán, Oh no! ¿Como puedo decirle que soy inocente de lo que sea que me quiera acusar sin hablar bien su idioma? ¿Procede levantar las manos en estos casos? ¿Qué hago? El hombre me miraba con mirada severa y al tiempo que hablaba, trataba claramente de mirar más allá de la puerta. A mí por alguna razón el corazón me latía a mil. Entre las muchas cosas que me dijo y no entendí, alcancé a pillar el nombre de mis hijos. ¡Qué! Mis hijos tienen 9 y 11 años. ¿Cómo pudieron meterse en algún problema con la ley? ¡Los acabó de dejar en la escuela! si, es verdad, juntos son el 911, son niños activos, pero de ahí a esto.. ¿qué rayos hace la policía viniendo a mi casa a preguntar por ellos?
El hombre uniformado quería saber dónde estaban. Yo, con mi escaso alemán, respondía que donde más podían estar dos niños en edad escolar, en la escuela, por supuesto. La mayoría de los alemanes hablan un poco de inglés así que hice la pregunta reglamentaría y pregunté si él sería tan amable de cambiar a Goethe por Shakespeare.
Tuve suerte, lo reconozco, el hombre podía explicarse en un inglés suficiente, como para que yo, entendiera que el “Homeschooling” en Alemania es ilegal y que no educar a los chicos es una ofensa muy seria. Y ahí fue cuando pasé por todos los tonos del rojo. ¡Como puede la policía pensar que no educó a mis hijos! Bastante tiempo, dinero y sacrificio nos cuesta mantener a estos niños en un colegio internacional y privado, pagar por lecciones de alemán, música, escalada, etc. ¡Pero que me está diciendo este señor por favor!
Debo confesar, que el hombre cuando miró mi cara y anticipó mi reacción, se echó un poco para atrás, bajó el tono y empezó a explicarme pausadamente el meollo del asunto. Me comentó entonces, que debíamos haber comunicado a la ciudad que los niños no asistirían a la escuela del distrito donde vivimos y que según sus archivos mis hijos no estaban matriculados en ninguna escuela. Este pequeño detalle no lo sabíamos y en ese momento lo entendí todo, la policía venía a comprobar que los chicos estaban bien cuidados y que efectivamente no estaban en casa. Me pareció incluso bien, pero no dejo de pensar que dos personas y una furgoneta eran un poco excesivas para un tema que podía resolverse por correo o por teléfono.
El policía, supongo que, para quedarse más tranquilo, me pidió una prueba de que los niños iban a la escuela, entre los nervios y el mal rato olvidé donde había guardado el contrato, así que, feliz le enseñé las fotos escolares donde los dos aparecen sonrientes con sus compañeros y profesores.
Al final y con las cosas ya claras, hasta se portaron simpáticos,  me preguntaron de donde veníamos, que hacíamos en Alemania y si hablábamos español. Me contaron que les gustaba Mallorca, como a todos los alemanes y sonrientes se fueron diciéndome: ¡Hasta la vista amigo!
Ahora, que lo veo en retrospectiva me muero de risa, no hemos tenido más encuentros con la ley ¡Pero créanme no quieren que la policía llegue a su puerta y menos si es la policía alemana! Aventuras de expatriado.
¡Hasta el próximo post!

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