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miércoles, 6 de abril de 2016

De takkies, bakkies, bokkies y robots

¿Han oído hablar de las barreras del lenguaje? Aquí les cuento nuestra experiencia con la comunicación.

Cuando decidimos mudarnos, sabíamos que al no ser el inglés nuestro idioma nativo, podríamos tener ciertos problemas en el inicio, el idioma no era ajeno para mi esposo ni para mí y aunque no era perfecto en mi caso, era suficiente para que me entiendan y para entenderlos.

El caso de los niños era otro, ninguno de los dos hablaba ni entendía suficiente inglés como para apañárselas, ver la forma como enfrentaron sus limitaciones, fue una verdadera lección de resilencia y de voluntad de entender al otro. Mis hijos más allá de la frustración que les producía el no poder hablar, lo que sentían era una genuina necesidad de entender y de conectar con sus pares y fue eso lo que detonó el aprendizaje. Nunca más cierto aquello de que, uno de los problemas de la comunicación es, que escuchamos para responder y no para entender.

Mi hijo mayor solía sentarse, solo y en la misma banca, todos los días a comer su lunch mientras, curioso, escuchaba y miraba lo que pasaba a su alrededor…. Lo hizo cada día por tres meses.


Atrás de un árbol, yo miraba la escena medio escondida, temerosa de que me viera, de que intuyera mi propio miedo, tenía el corazón partido, no paraba de cuestionarme si habíamos tomado la decisión correcta y me hacía trágicas películas de lo mal que lo estaba pasando.  Al final del tercer mes llegó un día emocionado y me dijo ¡Mami ya puedo hablar! ¡Hoy jugué fútbol en inglés!, lo dijo saboreando su pequeña gran victoria. Así fue...el inglés fluyó y el aprendizaje llegó solo, producto de su afán de escuchar y conectar con los demás. Ojalá fuéramos como los niños pequeños maestros con capacidades gigantescas.

Sudáfrica es un mosaico sin igual de razas, acentos, idiomas y costumbres, la gente aquí es mayoritariamente biling­üe, el país tiene 11 idiomas oficiales y en la provincia en la que yo vivo, el Cabo Oriental, los más hablados son el Afrikáans, el Xhosa y el Inglés.

Este último, hablado como segunda lengua por una gran mayoría, tiene sus peculiaridades, es el Inglés de la Reina, ósea “Proper British English” con un ritmo diferente dependiendo de la lengua materna de él que lo habla y con palabras traídas de los demás idiomas sudafricanos.

Tenía un par de semanas en la ciudad y necesitaba lana para una tarea de los chicos. Me dijeron que la tienda donde la conseguiría estaba exactamente en frente de un robot. Fui de un lado al otro de la calle, me detuve, mire… busqué...un letrero con el robot impreso… para terminar descubriendo que aquí los robots ¡son los semáforos!

Los zapatos de deportes se llaman takkies…las camionetas se llaman bakkies y toda suerte de antílope es cariñosamente llamada bokkie. Una amiga sudafricana escribió en una tajeta de felicitación ¡feliz cumpleaños bokkie! Durante un rato me quedó la duda si lo de los cuernos era algún mensaje subliminal ... Lo cierto, es que aquí a tus amigas muy cercanas les dices bokkie, las parrilladas son braiis y si algo es chévere o delicioso es ¡lekker!

No crean que las barreras del idioma fueron solo con el inglés, tengo un gran y maravilloso grupo de amigas que hablan la lengua de Cervantes y nos divertimos muchísimo descubriendo las evoluciones del castellano del otro lado del charco. ¿Han intentado alguna vez contar los significados de la palabra torta? Recibirán desde un golpe hasta un sándwich.



En fin, que lo que hemos aprendido es que cuando alguien te quiere entender….te entiende y cuando tú te quieres explicar, te explicas. El comprender es de hecho un acto de voluntad, que pasa por interesarte, por escuchar activamente, por sentir empatía, por ir más allá de las palabras.  Una mirada sincera a los ojos del otro unifica las más diversas lenguas y abre más de un corazón.


Al cabo de tres años las barreras son más chicas.... y los corazones más grandes!
Lekker!






martes, 5 de abril de 2016

Cuando te aprendes las respuestas te cambian las preguntas

Era una mañana soleada en Quito y yo ocupaba mi tiempo preparando el material para mi clase de Finanzas de esa tarde, estaba contenta jugueteando con el Power Point y divagando sobre el costo promedio del capital, las betas, el apalancamiento y esas cosas que no sé porque me gustan tanto, estaba en eso cuando sonó el teléfono. De esto hace tres años.

Como sucede con lo todo lo inevitable, esto pasó de repente, sin previo aviso, fue solo una llamada la que puso mi mundo de cabeza.

Al otro lado del teléfono la voz de mi esposo sonaba como la de un niño que quiere contarte algo pero no sabe como, preguntó por mi día, por los niños, por nuestra mascota y después la soltó, la pregunta, casual como si me estuviera diciendo algo cotidiano e intrascendente:¿Qué opinas de Sudáfrica?, una pausa se produjo en mi cabeza, ¿De dónde sale esto ahora? Sudáfrica... sonaba tan remoto en ese momento, ¿Que opinión podía merecerme este país?, era poco lo que sabía en ese entonces, su lucha contra el Apartheid, Mandela, el mundial y un infortunado reportaje que había leído sobre Johannesburgo y la inseguridad...era todo lo que tenía para formarme una opinión, sin embargo lo supe en ese preciso momento, lo intuí.... la pregunta de casual tenía lo mismo que yo de Física Nuclear.

La pregunta, como todas las buenas preguntas, desencadenó un torrente de acontecimientos, valoraciones, investigaciones y decisiones.... Cuatro meses más tarde, estábamos aterrizando llenos de buenos deseos, sentimientos encontrados y muchas expectativas en Port Elizabeth, la ciudad que ha sido nuestro hogar en Sudáfrica durante los últimos tres años.

En honor a esta experiencia he empezado este blog, creo firmemente que la vida te trae aquello que necesitas para crecer, la vida te reta, te invita y si eres capaz de responder a esa invitación con genuino interés, la vida te enseña.

Salir de tu zona de confort puede ser intimidante, el miedo que sientes es la reacción natural frente a aquello que no conoces, creo que de cierta manera te protege,  sin embargo lo que sucede mas allá del miedo es casi mágico.
Tu manera de ver la vida, de enfrentar el cambio, de abrazar el aprendizaje define como vivirás tus experiencias. Cuando nos subimos en ese avión hicimos el firme propósito de disfrutar, de probar, de aprender, de viajar, de mirar, de escuchar... también nos prometimos recordar, conservar y proteger lo que es nuestro, lo que es invisible para los ojos. 

La vida como expatriado suena fabulosa y lo es, pero no es ajena a los problemas, a los retos de la adaptación, a las barreras del lenguaje, a la falta de una red de soporte.
Cada problema sin embargo, deja un valioso aprendizaje, de cada pequeña batalla ganada queda una huella en la autoestima, son como pequeñas medallas que te recuerdan cuando camino has recorrido desde el día que te bajaste del primer avión.

Ahora me sé muchas de las respuestas, pero en un mundo donde la única constante es el cambio, solo me queda esperar a que me cambien las preguntas.

Ojalá me lean mientras sigo intentando responderlas....


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