Me gusta

martes, 28 de marzo de 2017

Dust if you must....

Eran las cinco de la mañana, yo había salido la noche anterior con una amiga y llegué tarde. Mi hijo menor que ya me había dicho que se sentía un poco mal, entró a mi cuarto quejándose amargamente de que le dolía la cara. Cuando lo vi tenía el cachete hinchado como una manzana.

El día anterior se quejó de un poco de dolor, no le di importancia al asunto, simplemente pensé que se habría mordido o que talvez tenía alguna úlcera dentro de su boca, le pedí que haga gárgaras con un medicamento y  me quedé tranquila y después salí. Pues no, la úlcera no era tal.
¿Dónde ir? ¿A quién llamar? ¿Será grave?, lo que en Ecuador se hubiera resuelto con una llamada a nuestro siempre diligente pediatra, aquí se convirtió en un acertijo. Por supuesto, era Sábado en la mañana y no habría médico disponible, mejor no enfermarse aquí en fin de semana, de Lunes a Jueves en horario laboral ó el Viernes hasta el medio día esta bien y eso si, con una cita que deberás hacer con un mes de antelación, caso contrario como diría mi marido… fregado el chagra.

Trataba de recordar las indicaciones de nuestra agente de reubicación, una tras de la otra, haz esto pero no aquello, ve aquí pero no allá, di esto pero no digas esto otro…¿Cómo era? ¡No debí haber salido ayer! Me sentí culpable… debí haberme quedado en casa, debí haberle hecho más caso cuando se quejó, debí aprender alemán cuando era niña, ¡debí estudiar medicina! Debí, debí, debí… ¿Por qué nos encanta a las madres azotarnos­? Nada de esas cosas, que, en ese momento me hicieron sentir culpable eran válidas, nada hubiera impedido el curso normal de los acontecimientos. Sin embargo, me regodeé en mi culpa.

La culpa viene directamente del ego, es nuestro yo herido por una supuesta falla el que nos hace sentir así, es un sentimiento tan improductivo, es llover sobre mojado, nada bueno sale de ella, lo que la causa muchas veces puede ser cambiado o solucionado. Sin embargo aferrarse a ella, nos paraliza, no nos deja disfrutar del hoy, nos ancla al ayer, a lo que pudo haber sido y no fue.

Ese viernes en la noche, el de la culpabilidad, me reencontré con una amiga muy querida, caminamos, comimos, conversamos y hasta bailamos, la pasamos muy bien. Si hubiera hecho lo que según yo debí hacer, visto en retrospectiva claro, nada hubiese cambiado, mi hijo se hubiese enfermado igual y a la misma hora, pero yo no hubiera disfrutado de esa noche.
Hace un tiempo leí un poema que se llama: “Dust if you must”, lo comparto en este post, es sencillo, divertido y lleno de verdad.

La vida pasa, los ríos corren, las estaciones cambian, las decisiones que se toman, tomadas están. Nos corresponde elegir y juntar esos pedacitos de felicidad que la vida nos da, uno por uno y vivirlos a plenitud, sin culpas, para que algún día cuando ya no podamos hacer aquello que deseamos, no porque no debemos, sino porque el paso del tiempo no lo permita, podamos mirar atrás y decir felices, que valió la pena, que lo importante se hizo y se hizo bien, que no se dejó nada en el tintero.

Mi hijo está bien, ahora sé qué hacer si se enferma el fin de semana o el Viernes en la tarde ;-). Nada grave le pasó y aunque me llenó de culpa, se qué, aunque lo hubiera intentado de pequeña, yo no nací ni para médico, ni para germano parlante!
Disfruten sin culpa pero con responsabilidad, corran, coman, tiéndanse al sol, que este día no volverá... que la vida es una y como dice mi abuelita, pasa volando! hasta el próximo post!

jueves, 23 de marzo de 2017

Silbar un poco

Es bien sabido que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, bien, el caso es que cuando nos mudamos a Sudáfrica, de eso serán cuatro años pronto, nosotros supimos lo que teníamos desde el momento en que aterrizamos en esa maravillosa tierra soleada y cálida,  y donde mucha de su gente, a pesar de sus carencias, lucía feliz y cantarina. 

La energía positiva era casi física, la gente saludaba por la calle, los meseros cantaban mientras limpiaban, los niños corrían descalzos en la playa mientras los padres despreocupados se tendían al sol, el tráfico fluía sin problemas y salvo pocas excepciones la gente era extremadamente amable, por supuesto que tienen sus propias luchas y muchas, pero esa fue nuestra primera impresión.

En Sudáfrica mis hijos aprendieron un nuevo idioma, corrieron libres y sin zapatos, treparon árboles, hicieron amigos entrañables, vieron animales que antes solo habían visto en libros… pero sobre todas las cosas aprendieron o mejor dicho, aprendimos que tu actitud determina la felicidad.  

Teníamos un jardinero llamado “Listen”, yo solía llamarlo…. ¡Listen, “Listen”!  y él se moría de risa. Mientras hacía el jardín, incluso bajo el sol africano, Listen solía silbar o cantar. Mi hijo mayor lo miraba curioso tratando de entender cuál era la razón de su felicidad. Un día fue y le pregunto: - Listen, Why are you whistling all the time? El paró de silbar, como no entendiendo muy bien la pregunta, y sonriendo respondió: - Because, it makes me happy! Es tan fácil olvidarse de esto, que es, en el fondo tan sencillo, hay cosas que simplemente nos hacen felices, independientemente de donde estemos o de lo que tengamos.
Conocimos a un francés que te preguntaba, primero como te llamabas y después cual era tu pasión, para él ,era importante saber que era lo que te hacía feliz, no donde vivías o que hacías ahí, simplemente que era lo que hacía que tu alma saltara de gozo. A mí me gusta escribir y compartir con la gente que me importa lo que aprendo, yo pinto cuando me siento triste y también cuando me siento feliz, mi esposo monta bicicleta a 41 o -5 grados, Eduardo lee sin medida ni clemencia y mi hijo menor invierte horas sentado frente a sus legos tratando de reconstruir el mundo pieza por pieza. Qué te apasiona? Qué es lo que te hace feliz?
A Sudáfrica le debemos el haber entendido que para ser felices no se necesita tanto como nos cuentan, lo que se realmente se necesita es un corazón abierto, vivir en el presente, disfrutar lo que tienes hoy y no lamentarte por lo que dejaste atrás, y por supuesto silbar un poco de vez en cuando ;-) 

martes, 21 de marzo de 2017

Alemania, el alemán y los alemanes

Todo va a estar bien... las palabras de mi esposo aún resuenan en mis oídos, supongo que de tanto haberlas escuchado.

¿Que vamos a hacer? ¿Cómo nos vamos a comunicar? ¿Dónde vamos a vivir? ¿Podremos hacer amigos? y así una lista interminable de preguntas se agolpaban en mi cabeza durante las once horas que nos tomó volar desde Johannesburgo hasta Frankfurt.
Como para la mayoría de las mamás,  mis preocupaciones eran un abanico que iba desde el inmediatísimo plazo hasta los posibles traumas permanentes que nuestros hijos tendrían  causa de nuestras decisiones. En el otro extremo estaba mi siempre optimista esposo tratando de atacar las cosas una a la vez y según se presentaran.

Parece ser que si mezclamos estas dos formas de enfrentar las cosas tendremos como resultado: ¡Un alemán! Si! en Alemania todo esta planeado desde mañana hasta la eternidad, pero las cosas se manejan una por una y una tras de la otra, el multitasking no esta muy bien visto por estas latitudes y es mejor, poco pero bueno que mucho pero de pobre calidad; eso se aplica a casi todo, el trabajo, el estudio, los productos que compras etc.
El idioma es tan especifico que hay muchas palabras: sustantivos, verbos y adjetivos que son imposibles de traducir, porque solo a los alemanes se les puede haber ocurrido tal cosa.

Nuestros anfitriones germánicos pueden parecer fríos y distantes, y a veces lo son, pero yo diría que son honestos, nunca se acercarán a menos que les interese, no tienen tiempo para las conversaciones banales y si deciden ser tus amigos lo serán de por vida. Hacen lo que dicen y dicen lo que hacen. Son estrictos pero consecuentes, exigen y se exigen a si mismos, cuando les preguntas si hablan inglés, que generalmente es el caso, suelen contestar "just a little" y acto seguido recitan a Shakespeare.. :-)

Nos ha tomado un tiempo entender varias cosas, pero a medida que el tiempo pasa, creo que es verdad lo que oí durante once horas en ese avión... todo va a estar bien!

Comenta en Facebook