Si me
siguen es estas locas aventuras sabrán que hemos cambiado destino hace poco, México
será el tercer país para mi familia. Después de un tiempo intenso en Alemania,
veo a mis hijos sonreír genuinamente y sentirse más en casa.
Esta
alegría renovada me ha motivado a escribir esta carta, que quiero compartirles,
probablemente porque mis sentimientos no son exclusivos y muchos padres se ven
reflejados en ellos. Ser padres es una tarea muy compleja, una que probablemente
no veremos nunca concluida, pero que hacemos cada día con amor.
Queridos
Hijos:
Siempre
pensé que ser madre era parte del curso natural de la vida, algo que se suponía
debía pasar, una pieza más para completar un rompecabezas feliz. Convertirme en
mamá, para mí era un punto marcado en la agenda que cuidadosamente había
planificado y que pensaba sería capaz de manejar como muchas otras cosas antes.
Sin embargo,
a pesar de mi tendencia maniática a controlarlo todo, las cosas fueron todo,
menos “perfectas”, los desafíos para entender mi cuerpo, mi tiempo, mis miedos…
llenaron mi agenda como decenas de urgentes citas a las que debía acudir un día
después del otro y a las que llegaba tarde, mal y a veces nunca.
Hoy, no
les quiero contar un cuento de hadas, no les diré que me convertí en una madre
maravillosa el día en que los vi por vez primera, porque eso no es verdad, lo que sí pasó ese día es que entendí el amor en una dimensión completamente
nueva.
Para mí
el camino de la maternidad ha sido uno, en el que he aprendido en cada paso, a
veces he pisado fuerte, otros pasos los he dado en falso y aún me sobrecoge
pensar los muchos que me faltan por dar.
Hoy, les quiero contar como ser su mamá me ha ayudado a entender mejor
el mundo.
Creo
firmemente que las madres guiadas por un amor que se cocina a fuego lento,
tratamos de ser perfectas sin entender realmente lo que eso significa. La perfección
no es algo muy elaborado en realidad, frecuente es algo simple que solo
necesita ser apreciado. Es el trabajo que terminas cada día con amor, es una
oración dicha desde el corazón con la certeza de que será escuchada, es la
amabilidad del extraño, la gratitud de la gente, la esfera perfecta de una gota
de agua, la intensidad de los colores de una flor.
La perfección, al igual que la belleza, es lo que descubrimos en los
demás, es nuestro propio reflejo en aquello que miramos con los ojos del
alma.
Tengo 9.310 fotografías en la memoria de mi teléfono y no quiero ni
contar lo que he almacenado en otros dispositivos. Cada una de esas imágenes en
las que a menudo están ustedes, captura un pequeño momento de perfección. Ese
instante, donde mirando a mí alrededor, decidí que había algo que debería
perdurar. A menudo no era la imagen, era lo que sentí cuando la capturé. Fue
ese pequeño momento de perfección lo que atesoré en la memoria, en la mía y la
del teléfono.
Hoy les quiero contar como ustedes han llenado mi vida con miles de
momentos de perfección, muchos más que 9.310.
Yo no soy una madre perfecta y tampoco intento serlo, pero soy una mujer
afortunada que en el camino junto a ustedes ha aprendido a apreciar la perfección
de las pequeñas cosas y este el mejor regalo que me han hecho.
Esta semana han comenzado un camino nuevo, un nuevo país, un nuevo
continente y un reencuentro con su idioma. Me llena el pecho verlos felices,
seguros, valientes.
Muchas veces me he preguntado si tanta aventura por el mundo no les
dejará alguna herencia indeseada, si las decisiones tomadas fueron las correctas,
si en este oficio de ser madre y compañera, no habré dejado algo importante en
el tintero. Sin embargo, creo firmemente que todo lo que se hace con amor deja una huella profunda
y les aseguro que amor es lo que ha sobrado en esta aventura.
No les deseo solo lo mejor, porque de ser así no les estaría deseando
aprendizaje y perspectiva, les deseo lo necesario y suficiente, para seguir
creciendo, para seguir caminando y convertirse en la mejor versión de ustedes
mismos.
Les ama
Mamá
Espero que hayan disfrutado la carta y nos vemos en el próximo post!