Tengo 46
años y mis encuentros con los uniformados han sido pocos, hace muchos años un
policía de tránsito me paró por pisar un paso cebra y ese es realmente el único
que recuerdo.
Mi imagen
de los alemanes con uniforme me lleva a las películas de Hollywood esas, donde realmente
no salen muy bien parados y si quieren que les sea honesta y probablemente como producto de esa imagen, cuando los veo
en sus autos azul y gris se me enchina un poco la piel.
Era lunes, yo había regresado a casa tras dejar
a los chicos en la escuela y tenía muchas cosas que hacer. Me disponía a comenzar mi semana, cuando vi un auto
de policía parquearse justo en frente de mi casa. Algo debe haber pasado cerca
de aquí, pensé un poco inquieta. Pocos segundos después, del auto, una furgoneta Mercedes Benz, se
bajaron dos policías alemanes perfectamente uniformados.
Yo, un poco sorprendida por la presencia policial, observaba desde la ventana del estudio con curiosidad preguntándome a donde irían. Entonces, noté que con paso seguro y sin rastro de duda, ambos se dirigían directamente a ¡mi puerta!
Escuche el timbre sonar con oídos
incrédulos, y mientras sonaba, hice un repaso rápido a todo lo que pude haber hecho mal desde el
momento en que pisé suelo alemán. Tal vez irrespete una señal de tránsito, pero
bueno, eso merecería una multa y no una visita de la policía ¡Estaré reciclando
incorrectamente y la policía del plástico va a darme un escarmiento! no,
tampoco era probable, especialmente porque les juro que sigo el manual al pie de la letra. No somos ruidosos, los
vecinos nos quieren, no tenemos mascota… En cinco segundos y antes de abrir la
puerta, había barajado todas las opciones y todas apuntaban a lo mismo: ¡Soy
inocente!
Se imaginarán mi cara cuando abrí la puerta y
el policía empezó a hablar en alemán, Oh no! ¿Como puedo decirle que soy
inocente de lo que sea que me quiera acusar sin hablar bien su idioma? ¿Procede levantar las manos en estos casos? ¿Qué hago? El
hombre me miraba con mirada severa y al tiempo que hablaba, trataba claramente de mirar más
allá de la puerta. A mí por alguna razón el corazón me latía a mil. Entre las
muchas cosas que me dijo y no entendí, alcancé a pillar el nombre de mis hijos. ¡Qué!
Mis hijos tienen 9 y 11 años. ¿Cómo pudieron meterse en algún problema con la
ley? ¡Los acabó de dejar en la escuela! si, es verdad, juntos son el 911, son niños activos, pero de ahí a esto.. ¿qué rayos hace la policía viniendo a mi casa a preguntar por ellos?
El hombre uniformado quería saber dónde estaban.
Yo, con mi escaso alemán, respondía que donde más podían estar dos niños en edad
escolar, en la escuela, por supuesto. La mayoría de los alemanes hablan un poco
de inglés así que hice la pregunta reglamentaría y pregunté si él sería tan
amable de cambiar a Goethe por Shakespeare.
Tuve suerte, lo reconozco, el hombre podía explicarse
en un inglés suficiente, como para que yo, entendiera que el “Homeschooling” en
Alemania es ilegal y que no educar a los chicos es una ofensa muy seria. Y ahí
fue cuando pasé por todos los tonos del rojo. ¡Como puede la policía pensar
que no educó a mis hijos! Bastante tiempo, dinero y sacrificio nos cuesta
mantener a estos niños en un colegio internacional y privado, pagar por
lecciones de alemán, música, escalada, etc. ¡Pero que me está diciendo este
señor por favor!
Debo confesar, que el hombre cuando miró mi
cara y anticipó mi reacción, se echó un poco para atrás, bajó el tono y empezó
a explicarme pausadamente el meollo del asunto. Me comentó entonces, que debíamos
haber comunicado a la ciudad que los niños no asistirían a la escuela del
distrito donde vivimos y que según sus archivos mis hijos no estaban
matriculados en ninguna escuela. Este pequeño detalle no lo sabíamos y en ese
momento lo entendí todo, la policía venía a comprobar que los chicos estaban
bien cuidados y que efectivamente no estaban en casa. Me pareció incluso bien,
pero no dejo de pensar que dos personas y una furgoneta eran un poco excesivas
para un tema que podía resolverse por correo o por teléfono.
El policía, supongo que, para quedarse más
tranquilo, me pidió una prueba de que los niños iban a la escuela, entre los
nervios y el mal rato olvidé donde había guardado el contrato, así que, feliz
le enseñé las fotos escolares donde los dos aparecen sonrientes con sus
compañeros y profesores.
Al final y con las cosas ya claras, hasta se portaron simpáticos, me
preguntaron de donde veníamos, que hacíamos en Alemania y si hablábamos
español. Me contaron que les gustaba Mallorca, como a todos los alemanes y
sonrientes se fueron diciéndome: ¡Hasta la vista amigo!
Ahora, que lo veo en retrospectiva me muero de
risa, no hemos tenido más encuentros con la ley ¡Pero créanme no quieren que la
policía llegue a su puerta y menos si es la policía alemana! Aventuras de
expatriado.
¡Hasta el próximo post!